¡Que Dios preceda tu camino este año!
¡Qué
flojera, ya no quiero escribir más! Decía una parte de mí. Y no porque de
verdad “ya no quiera escribir más”, sino porque a veces simplemente sentía que la
inspiración no llegaba… o más bien, sí que llegaba, pero esa parte de uno que lo
inspira mejor a sentarse (o acostarse) a leer en lugar de hacer sus
obligaciones, me ganaba.
Y
es que escribir un blog es toda una obligación… con nadie más que con uno mismo.
Además que hay tanto qué decir, y además vamos iniciando el año que me dije, tengo que
hacerlo, se fuerte, escribe y envíalo al universo de la red. Y eso es lo que
hago.
Este nuevo año parece no pintar bien
en muchos aspectos. La inseguridad va a la alza, los noticiarios nos lo
recuerdan todos los días; hay incertidumbre (si no un verdadero pánico en
algunos) por las reformas que logró el (y no nuestro) querido (por algunos)
Presidente de la República; el trabajo no es basto, la gente parece andar de
malas todo el tiempo, volteo a mi ventana y el cielo está gris, parece que aún
se esperan algunos chubascos invernales, y sin embargo… sin embargo, a mí me
embarga una gran emoción.
No sé si sea sólo el inicio del año,
pero definitivamente mi mente está llena de proyectos personales, familiares,
profesionales… ¡Son tantos que siento que no me alcanzará el año! Sé
que en nuestro país no pinta todo tan bien como para emprender cosas nuevas,
para ser positivo y optimista, quizás la vida no nos ha respondido como
queríamos, quizás lo que añorábamos no llegó… o simplemente se fue… pero aún
estamos aquí, así que es momento de cargarse de pilas.
El Papa Francisco hoy, Fiesta de la
Epifanía del Señor, nos recuerda que Dios viene siempre primero a nuestro
encuentro y si aquellos hombres no hubieran visto la Estrella no hubieran
partido. Así que, debemos ver la Estrella, dejarnos conducir por ella, aunque
no entendamos hacia dónde va, sólo sabremos que es un sitio seguro pues, como
dice el Papa: “La luz nos precede,
la verdad nos precede, la belleza nos precede. Dios nos precede”.
Además
tenemos la alegría de la Navidad, que hoy concluye pero nos deja su estela…
dice el buen Chesterton, hablando de la Navidad, que es una oportunidad de regocijarse
pero debemos rescatarla de la frivolidad. Y es que no es alegrarse sólo porque
es 25 de diciembre, dice el buen periodista, pues eso equivaldría a que “alguien
nos dice que nos alegremos a las once y cuarto de un jueves por la mañana… No
se puede empezar ni siquiera una francachela por una herencia que es sólo
ficticia. No se puede empezar una francachela para celebrar un milagro del que
se sabe que no es más que un engaño de milagro. Al desechar el aspecto divino
de la Navidad y exigir sólo el humano, se está pidiendo demasiado a la
naturaleza humana. Se está pidiendo a los ciudadanos que iluminen la ciudad por
una victoria que no ha tenido lugar”.
Así
pues, acabamos de festejar una victoria que sí tuvo lugar, que es un acontecimiento
histórico pero que además no se quedó en el humilde y pequeño pueblo de Belén,
sino que se reveló a toda la humanidad… para que nuestra
alegría (ojo, la alegría del Evangelio), nuestro regocijo permanezca… al menos mientras inicia la Cuaresma.
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