En México ¿cuál será el reto para atender mejor a las familias?


Pbro. Lic. Carlos Javier Díaz Vega
Pontificio Consejo de Cultura
Ciudad del Vaticano.

Pongo sobre la mesa de diálogo el siguiente argumento, que es – evidentemente – uno de tantos. Según el gobierno de México tiene registrados a casi 12 millones de mexicanos que viven fuera del país, el 97% de ellos está en EE.UU; los motivos de la emigración son diversos. ¿No será verdaderamente éste un asunto que deben abordar los obispos mexicanos entre sí y los mexicanos en el Sínodo de los Obispos?  Estoy seguro que el mismo Sínodo afrontará el tema de la emigración mundial, por ello, los obispos mexicanos tienen mucho que aportar al respecto.

Ofrezco otro dato que ratifica lo antes mencionado y que el mismo arzobispo de Morelia conoce muy bien, pues en su territorio hay dos y medio millones de habitantes, pero a esta cifra se deben de sumar un millón trescientas mil personas más que han emigrado a los EE.UU. Todas estas personas han dejado su familia por buscar su progreso y bienestar. ¿Cómo afronta la Iglesia en Morelia esta situación, puesto que casi todos esos emigrantes son católicos? ¿Tienen un plan de pastoral familiar que responda a esa realidad? ¿Las catequesis infantil, de adolescentes y juvenil abordan e iluminan con la Palabra de Dios este tema de familia? ¿Hay grupos eclesiales especiales para familias con parientes emigrados que se reúnan a orar o simplemente a platicar y desahogar situaciones difíciles similares? ¿Hay en las diócesis asociaciones que ayuden legalmente a los familiares de emigrados? Sin duda, que se está trabajando en todo ello; qué gran reto tenemos la Iglesia con todas estas familias, que tal vez se sienten desamparadas sea por el Gobierno sea por su propia Iglesia. Cité solamente el caso de la Arquidiócesis de Morelia, pero seguro estoy de que no hay diócesis en nuestro país que no tenga en mayor o menor índice porcentual esta misma situación.

Repito: este de verdad es un gran reto; la pastoral familiar de las parroquias y de las diócesis ha de considerar con sumo cuidado este tema. Es cierto, hay también emigración de jóvenes estudiantes o de profesionistas solteros, pero la que más sobresale es la emigración a causa de la pobreza o de la violencia. No es labor de la Iglesia impedir que esto suceda, eso es tarea del Gobierno; pero sí es labor eclesial atender a estas familias y, por ejemplo, exigir leyes que favorezcan el buen trato al emigrante, tanto en su país como en el extranjero, sea cual sea su condición. Es entonces cuando entendemos mejor la maravilla de este Sínodo de los Obispos, que estudia la vocación y la misión de la familia en medio de las dificultades del siglo XXI.

Personalmente me da tristeza ver que algunos quieren reducir el tema del Sínodo a la Comunión sacramental de divorciados vueltos a casar o a los “matrimonios entre homosexuales”. ¿Verdaderamente alguien piensa que estas dos son las prioridades de la familia en alguna parte del mundo? Añado que conozco bastantes personas, incluso muchos amigos, que han divorciado y han hecho vida con una nueva persona, ellos mismos me platican que lo que menos les preocupa es recibir la Comunión sacramental, pues entienden muy bien que no lo pueden hacer y no lo exigen. He leído que la gran mayoría de homosexuales nunca pretendería casarse ni siquiera al civil y además entienden perfectamente que la Iglesia no los rechaza, pero que tampoco está de acuerdo con esas conductas y no es que esto les cause trauma o quieran hacer una tragedia.

Sin duda que las prioridades de la pastoral familiar son otras, muchas otras – preparación de jóvenes a la vida matrimonial, familias con algún hijo que es mamá o papá soltero, atención pastoral a divorciados vueltos a casar, atención a niños cuyos padres se han separado, viudos(as) y huérfanos, ancianos solos, infidelidad matrimonial, violencia intrafamiliar, abuso de menores, atención a familias con hijo discapacitado o con enfermedad rara, convivencias de hecho, familias que tienen que dividir el padre (o la madre) con otra familia, etc. –; y la prioridad exige orden para las cosas importantes y las cosas urgentes. Todo lo demás se debe también atender, pero no es prioritario, no tiene la primacía.

¡Viva la familia, en su vocación y misión cristianas! ¡Vivir la santidad en la familia! ¡Proteger la familia de violencias, presiones, ideologías, leyes y pecados que atentan contra ella!

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